Hace un año comenzó una agitación, prontamente advertida como artificial, en Siria. Con el transcurso de los meses, la situación se decantó en dos modalidades completamente diferentes, del mismo modo que en el caso del farsesco asalto a mano armada sobre Libia: por un lado, la postura de los medios masivos de desinformación, que majaderamente han esgrimido mentiras ya gastadas sobre una salvaje represión gubernamental siria contra civiles indefensos y contra unos legítimos luchadores por su libertad y sus derechos; y por otro lado, la permanente versión del gobierno sirio, de unos pocos Estados y de varios medios independientes, de que lo que estaba ocurriendo era una nueva siniestra conspiración, atizada por EE.UU., el Estado sionista y los farsantes de la Liga Árabe (encabezados por Arabia Saudita y Qatar, colonias y bases militares estadounidenses), e implementada por los turcos-bisagra, con su abierto respaldo y entrenamiento de robóticos mercenarios sanguinarios.
Con el pasar del año, la histeria en particular de los occidentales ha alcanzado ribetes escandalosos, machacando una y otra vez con los mismos viles argumentos que se agitaron en el lamentable y vergonzoso caso de Libia (un régimen sanguinario contra una población inerme), pasando por las estúpidas declaraciones tras el macizo portonazo de Rusia y China el 4 de Febrero a las sugerencias deshonestas de los imperialistas, y por la nerviosa premura de los dictadores árabes del Golfo Pérsico en sacar pronto a al-Assad del poder, hasta las últimas recientes declaraciones de la siniestra señora de Clinton, que ha reconocido que EE.UU. está codo a codo luchando con al-Qaeda en Siria (vomitivo, ¿no se da cuenta?). Pero bien, frente a este puerco y desvergonzado desquiciamiento a plena luz del día, Siria sólo ha cumplido con su deber racional, que es defender al legítimo gobierno, pero esta vez de una red de bandas con armamento semi-pesado, inescrupulosas y astutamente mentirosas. Obviamente, no es ésta la versión que dan los lavadores masivos de cerebros.